Saturday, October 22, 2005

Cuento de Hadas (II)

No muy lejos de Noatlín existía otro reino llamado Arle.

Arle tenía la reputación de tener las mejores maderas que se pudiera uno encontrar. En Arle los árboles crecían con vigor pues eran cuidados personalemente por las hadas. Ellas se aseguraban de cuidar a los árboles desde que eran apenas una bellota. Cuidaban de ellos trayéndoles el agua más limpia y echando sobre sus raíces la tierra más fértil. Las hadas incluso contaban con la ayuda de los animalitos del bosque, como los conejos de la región quienes se comían la mala hierba que podía matar a los pequeños árboles. Ellas ponían este esmero en su labor primero por ser hadas, luego por dar gusto al señor de Arle, el rey Resalin, quien distribuía la madera de dichos árboles por toda la región. Esta actividad tenía contento no solo al rey sino al pueblo. En Arle abundaban los carpinteros y artesanos que eran capaces de dar forma a las más bells estatuas y adornos. Arle era un reino próspero que no tenía los problemas de dragones que Noatlín. Ellos se habían deshecho de los dragones hacía mucho tiempo y se aseguraban de que las alimañas aquéllas no volvieran. Nada de dar doncellas en sacrificio ni corderos como tributo, no: Arle había armado al mejor ejército caza dragones que el mundo jamás hubiera visto por lo que ningún demonio de aquéllos pasaba por ahí sin ser perseguido a punta de lanza hasta los confines del reino. Sí, Arle era un reino ejemplar, o al menos eso creían.


Un buen día el primer ministro Melbo decidió que podría cortarse más madera este año. Si la madera no se vendía en su totalidad podía exportarse a los reinos vecinos o almacenarse en las bodegas reales de Arle para su futuro uso. Melbo expuso sus ideas a Su majestad y éste quedó maravillado: podía recaudarse mucho en impuestos al exportar la madera y la artesanía Arleiana. El rey rápidamente emitió un decreto por el cual se ordenaba a las hadas duplicar la taza de crecimiento de los árboles y comenzar inmediatamente la tala de más árboles. Las hadas no recibieron con agrado la noticia, pero ansiosas de complacer a Su majestad mandaron a una de ellas al distante reino de los Gnomos para solicitarles el cambio en la fórmula de los polvos mágicos de crecimiento. Los Gnomos se molestaron, pues ello indicaba que alterarían la forma de elaborar polvos que se usaba desde hacía cientos de años. Respetaron los deseos de las hadas y el rey Resalín y comenzaron a elaborar los polvos nuevos. El hada mensajera regresó con la muestra de este nuevo polvo y con ello se inició a espolvorear a las nuevas bellotas para comenzar el crecimiento acelerado inmediatamente. Las hadas estaban trabajando a toda prisa pues Su majestad había exigido noticias del avance lo más pronto posible. Al cabo de un par de días el hada mensajera entró al palacio real cargada de buenas nuevas, o al menos eso creía.


Gran júbilo llenaba el palacio real: el experimento había sido un éxito completo. Las bellotas que recibieron la nueva receta de polvo pasaron de su estado de semilla al de retoño cientos de veces más rápido que las normales. Esto quería decir que una bellota se transformaría en árbol adulto en solo 12 meses, en lugar de 24 años. Además, la tala de árboles se llevó a cabo sin problemas y se había exportado una gran cantidad de madera. Los artesanos, carpinteros y contructores de Arle habían sido abastecidos en su totalidad. La madera que sobró fue enviada a la bodega real de manera que se tenía provisión suficiente para durar los 12 meses que tomaría tener una provisión fresca de madera. Los impuestos que se recaudaron con la exportación de madera fueron tales que el rey organizó una fiesta para todo el pueblo. La gente estaba contenta y con ánimo de festejar: el rey había tomado una muy buena desición, o al menos eso creían.


Unos meses más tarde el encargado de la bodega real se topó con un bichito raro. Al cambiar de lugar unos de los troncos almacenados se topó con un gusanito azul. El empleado se sorprendió al hacer una inspección más detallada de los troncos pues se topó con muchos de estos bichitos. Recordó que en el bosque, las hadas envían parvadas de pájaros carpintero que incesantemente picotean y escarban en la madera para comerse a los gusanos. Sin perder tiempo, el leal empleado salió a ver al ministro Melbo y le contó lo que había encontrado. Melbo se enfureció y demandó tener una audiencia con el hada superior para preguntarle la razón de este descuido.



El hada superior llegó puntual a la cita y de inmediato se dispuso a escuchar las quejas del ministro Melbo. Éste mostró al hada su descontento y le exigió una explicación. ¿Por qué se habían llenado de gusanos los troncos de madera de Su majestad? Esto, a manera de ver de Melbo, se debía únicamente a que los pájaros carpinteros no estaban haciendo su trabajo. El hada suspiró e hizo acopio de paciencia. Entonces dijo:


-Por supuesto que no estan haciendo su trabajo, excelencia. Los pájaros carpintero solamente buscan a los árboles que estén en el bosque. Nunca ha visto usted un pájaro carpintero en una bodega, ¿o si?
Melbo enrojeció de cólera y dijo:


- ¡Pues entonces haga que vayan a la bodega real inmediatamente!
El hada se estremeció con el grito de Melbo. Las hadas son criaturas delicadas y dulces que no están acostumbradas a ser manejadas con tanta violencia. Con esa dulzura famosa el hada dijo:


- Excelencia, me temo que eso no es posible pues los pájaros no entraran en tal recinto. Además todos los pájaros carpintero del reino se han ido pues hemos talado a todos los árboles.
Melbo se enfureció aún más y salió apresurado a dar la mala noticia a Su majestad. Los pájaros carpintero no entrarían a la bodega real... eso era inaudito. ¿Qué se haría con toda la madera que se echase a perder? Su majestad no recibió la noticia con agrado, claro que no. Lo que hizo fue mandar redactar inmediatamente un edicto nuevo que requería que todos lo pájaros carpintero del reino mudaran su residencia a la bodega real. El problema con ello es que no había pájaros carpintero que respondieran al llamado.


Varios días pasaron y el rey seguía pensando en resolver todo el asunto. Para entonces algunas de las provisiones reales ya se habían vendido a diferentes compradores. El rey sintió un alivio al pensar esto pues recordaba el dinero que las ventas dejaban al tesoro real, los beneficios que traía el comercio al reino. Seguramente la madera no se había degradado lo suficiente como para que la gente comenzara a quejarse. O al menos eso creía.


Mientras el rey pensaba en esto, irrumpió la sala del trono el mayordomo real anunciando a un mensajero de un reino vecino. El monarca se acomodó en su trono y mandó traer al visitante. entró a la sala del trono un muchacho agitado quien apenas se reponía del largo viaje que emprendió. Sin que esto lo detuviera dijo con vehemencia:


-Su majestad- dijo el mensajero con voz temblorosa- ¡Traigo noticias terribles!

El mensajero tomó aliento y sacó un pergamino y comenzó a desenrollarlo. Carraspeó y comenzó a leer el mensaje:


-He venido en nombre del reino soberano de Noatlín. Vengo a usted con una queja de nuestro pueblo: la madera que nos ha vendido estaba podrida y llena de gusanos. Desde hace tiempo tenemos problemas con un dragón que azota nuestro reino y la madera que Su majestad, el rey Resalin, nos ha vendido fué usada para reconstruir villas y templos. Los daños que la mala madera ha causado son casi iguales que los que el dragón ocasiona: las casas colapsan y atrapan a sus habitantes dentro. Por lo menos el dragón ruge antes de atacar. Los daños son cuantiosos y nuestro reino demanda que sea usted quien pague por ellos. ¡El reino de Noatlín exige una respuesta inmediata!


El rey se quedó pasmado: más malas noticias. Sin perder un segundo, mandó llamar al ministro Melbo. Mandó traer comida y bebida para el mensajero y pronto lo llenó de atenciones y obsequios. Le aseguró que para el día siguiente tendría respuesta a las demandas de Noatlín y le invitó a pasar la noche en el palacio real. El mensajero accedió e inmediatamente fué llevado a sus aposentos, donde un baño caliente y una cama fresca y limpia le aguardaban.


Resalín estaba furioso, verdaderamente furioso. Este asunto había llegado muy lejos y ahora las consecuencias habían afectado a la población de un reino vecino. Pensó rápidamente en cifras monetarias para indemizar a la gente de Noatlín y así mismo en enviar madera de su nueva cepa de árboles que tanto prometían. Haber talado todo y embodegado los sobrantes había sido mala idea y por ello Melbo habría de dar la cara. Las cosas cambiarían pronto cuando la primer tala de árboles mágicos se efectuara. Pronto sería la envidia de los otros reinos, pronto sus problemas disminuirían y, lo que es mejor, pronto comenzarían a engordar las arcas del tesoro real. O al menos eso creía...

1 Comments:

Blogger rene said...

apenas lei el cuento de hafas volumen 1, pronto leo el dos. Esta interesante la historia.

Friday, October 28, 2005 6:50:00 PM  

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