Wednesday, November 02, 2005

Una de Miedo

Para Katja, que me contó esta historia hace algunos años.



Hace algún tiempo una amiga mía me platicó lo que ahora estoy por contarles.

Mi amiga tenía un perro, un pastor alemán grande y brioso llamado Willy que era la adoración de la familia entera. Willy era un perro bastante cariñoso y leal, además de ser un excelente perro guardián. En una ocasión Willy espantó a tres ladrones que intentaban robar el carro del padre de mi amiga. Willy era un buen perro.

Enfrente de la casa de mi amiga estaba la casa de una señora de muy mal trato. La señora tenía alrrededor de 69 años y vivía sola. Divorciada desde hacía 25 años, la señora tenía fama entre los vecinos de ser una viejita ideática y conflictiva que se peleaba con todos a la menor provocación y que estaba enterada de los chismes de toda la cuadra. Esta señora tenía como compañía a un perrito french poodle llamado Motita. La señora hablaba y trataba al perro como si fuese un niño pequeño, incluso mi amiga dijo en una ocasión que la señora trataba al animal mejor que a sus hijos, quienes raramente la visitaban. Como todas las cosas se parecen a su dueño, Motita era un perro odioso también. El animalito tenía la costumbre de cagarse en la banqueta, pues su ama lo sacaba por las tardes a hacer sus necesidades, pero el perrito consideraba al pasto de muy baja categoría para sus gracias: el señorito tenía que ensuciar las aceras y la dueña nunca limpiaba. Además, la sabandija tenía la mala maña de hacer enojar al perro de mi amiga. Corriendo y ladrando a todo pulmón, Motita hacía hasta lo imposible por perturbar al otro perro que ladraba desde dentro de la cochera en respuesta a las provocaciones del perrillo latoso.

La amargada señora notó un día que el pastor alemán tenía cierto rencor contra su precioso can así es que cada que se prestaba la ocasión le decía a mi amiga o a su familia que cuidaran a su animalazo, pues no fuera a hacerle daño a su inocente querubín.
Un buen día, mi amiga y su familia regresaban a altas horas de la noche de una boda cuando vieron que la reja de la cochera estaba abierta y el perro no estaba. Después de llamarlo un par de veces el perro acudió presuroso al llamado de sus amos. Ya dentro de la casa se percataron de que el perro estaba inusualmente inquieto y sucio. Lo sacaron a la cochera de nuevo para que no ensuciara de tierra los muebles. Seguramente el condenado animal se habría revolcado en el jardín o en el camellón, habría que bañarlo en cuanto amaneciera. De pronto, mi amiga vió algo que no notó cuando llegaron a la casa y que ahora su perro parecía orgulloso de mostrarle:

Tendido en un rincón de la cochera estaba el cadáver de Motita, cubierto de hojarasca, tierra y con señas de haber sido arrastrado por toda la cuadra por el pastor alemán. Mi asustada amiga corrió al interior de la casa y no se percató de que su perro había tomado a su trofeo y corrido tras de ella. Irrumpió en la cocina, donde se hallaba el resto de la familia, y de un grito dijo:

"¡El Willy se chingó al Motita!"
"¿Qué qué queeee?"- dijo el papá
"Que el Willy se..."

Un ruido sordo interrumpió la conversación: de un golpe había entrado el perro con el cadáver del perrito en sus fauces, sosteniéndolo por el cuello.

Mi amiga después recordaría que las cosas pasaban como en cámara lenta. La conmoción, el horror, la sensación de "... y todas las veces que la viejilla chingaba con lo del perro y yo que la mandé al cuerno". La culpa, la soledad de la amargada viejita, las historias de los vecinos respecto al abandono que la señora sufría por parte de los hijos... todo fraguaba y se enfocaba en el feliz rostro de Willy, que parecía decir: "miren lo que he hecho, por fin me escabeché al idiota este".

En una secuencia de sucesos que hasta hoy día no están claros, mi amiga y su familia decidieron lo impensable: bañarían a Motita, lo secarían y después lo colocarían con mucho cuidado en la cochera de la vecina para que pareciera que el perro murió mientras dormía. No había señas de lucha aparente y era dudoso que se le practicara la necropsia de ley a un perrito. Con el amanecer pendiendo sobre sus cabezas, comenzaron a asear el cadáver del perro.

Tres horas duraron en arreglar el crimen de Willy. Bañado y seco, el perrito fue clandestinamente depositado en la cochera de la vecina. Todo salió conforme a lo planeado y solo quedaba esperar el amanecer para conocer la reacción de la señora. Faltaba que que la reacción no fuera demasiado grave. Solo eso los separaba del crimen perfecto. Incluso comoenzaron a regordearse en su aparente éxito.
"Favor que nos hizo el Willy al fregarse al perrito estúpido".

Temprano a la mañana siguiente se escuchó un grito pavoroso que venía de la casa de la señora vecina. Llantos y sollozos no se hicieron esperar. Lo que no cabía dentro del cuadro predecido era que al poco tiempo de que la señora encontró a Motita llegó apresuradamente el carro de su hermana y que al poco tiempo de que llegara esta última llegó una ambulancia. Sacaron a la vecina en una camilla y con mascarilla de oxígeno. La ambulancia partió furiosa ante la atónita mirada de mi amiga, su hermano y sus padres quienes comenzaban a sentir que algo se los comía por dentro: la impresión que la viejita se llevó fue suficiente para mandarla al hospital. Parecía, después de todo, que no hay crímen perfecto.

Al pasar las semanas, la hermana de la dueña de Motita regresó para recoger el correo y a llevarse algunas cosas para la señora, quien se recuperaba de un infarto en su casa. La mamá de mi amiga corrió de inmediato para preguntarle cómo se encontraba la enferma y qué le había sucedido. Es aquí donde este relato se torna realmente horrible:

Durante la tarde que mi amiga y su familia asisitieron a la boda, Motita enfermó gravemente. Su condición se deterioró hasta que al anochecer el perrito murió. Desconsolada, la señora decidió enterrar los restos de Motita en el jardincito que está en la cochera. Cuál fué su sorpresa al ver al día siguiente a Motita echado en la cochera, como si hubera estado dormido. La tierra de su tumba removida y sin embargo Motita no tenía ni una sola mancha de suciedad. ¿Había sido enterrado vivo? ¿Cómo había salido de su tumba sin ensuciarse? La impresión de todo eso le causó a la señora un ataque de ansiedad que culminó en un leve infarto. Leve, pero infarto al fin.

Cuando pasaron unos meses, mi amiga compró un poodle similar a Motita y se lo obsequió a la señora. A raíz de esto mejoraron las relaciones entre ellos. Sin embargo, la señora aún cuenta la extraña historia de su perrito que regresó de la tumba.

4 Comments:

Anonymous Anonymous said...

¡Genial! Una gran historia de humor negro 'Mexican style'.
Un saludo cordial.

Friday, November 04, 2005 2:46:00 PM  
Blogger Raquel said...

jajajaja, no inventes, pobre vecina.

Monday, November 07, 2005 11:22:00 AM  
Blogger Wendy said...

Bricito, escribes de fábula. Es en serio. La historia es muy terrorífica, pero me sorprende gratamente lo bien escrita que está. Dosificas el suspenso, eso es maña, eso es hacerlo bien.
2.- Por otro lado, lo del comment. Ja! Bricito, todo lo que me digas, así refieras flatos, son acordes de música barroca para mí. Me llamó la atención y fué halagador.
Sabes de sonidos y me siento privilegiada. Muchas gracias.
3.- Es una noticias vieja, pero en Sistemas de la UNAM produjeron un programa basado en una teoría de cubos o números de Mozart para componer música. El chiste es que oprimes unos botoncillos y la máquina trabaja variantes, dando obras bellas en combinaciones infinitas. Seguro sabrás de esto, como sea, lo escuché y me acordé de tí. Pensé cómo sería platicártelo y todo.
Muchos saludos y tus familiares tienen veta de amortajadores. Deberían explotarla (a la veta, no a los amortajadores, que conste).

Tuesday, November 08, 2005 11:34:00 AM  
Blogger marcela en canada said...

Pooobre senora, mira que saber que el perro se salio de su tumba limpiecito. Tu historia me daba entre risa y nerviecillo por el suspenso con el que platicas.
Muchos saludos!

Wednesday, November 09, 2005 2:30:00 PM  

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