Me he puesto a reflexionar sobre el papel que la tradición y el folklore tienen en la música.
En otro post había dicho que mi herencia musical viene de Manuel M. Ponce, tal vez el mejor compositor latinoamericano del siglo pasado. En este post voy a contar un poco sobre este compositor tan importante. Todo lo que cuento aquí me lo ha contado alguien cercano al maestro Ponce.
Manuel María Ponce Cuéllar (1882-1948)
Manuel M. Ponce nació en Fresnillo, Zacatecas un 8 de Diciembre de 1882. Desde muy pequeño demostró tener aptitudes musicales muy avanzadas. A la edad de 5 años se enfermó de sarampión y durante su convalecencia escribió su primera obra: La Danza del Sarampión.
El padre del maestro, Don Felipe, había sido colaborador del imperio de Maximiliano. Debido a la caída del régimen huyó de Aguascalientes a Zacatecas donde Don Antonio Puga le hiciera la oferta de hacerse cargo de la contabilidad de su negocio. Sin embargo la familia Ponce regresó a Aguascalientes cuando Manuel tenía apenas dos meses de edad.
Su formación musical fue muy variada: a los quince años ya era organista titular del templo de San Diego, Ags. A los 19 años ingresa al Conservatorio Nacional de Música.
Con el pasar de los años, el círculo de amistades del maestro incluyen a Saturnino Hernán y Ramón López Velarde.
Como no aprendía nada en el conservatorio nacional, decidió regresar a Aguascalientes, donde trabajó como maestro de piano y solfeo. Ahí es que en la Feria de San Marcos Ponce escucha con entusiasmo a los trovadores ambulantes que van de feria en feria e incorpora sus ideas a su música.
Ponce en la Feria de San Marcos. Ponce es el señor de cabello blanco, de pié a la izquierda detrás de los músicos.
Una persona que ejerció una gran influencia en las ideas musicales de Ponce fue Severiana Rodríguez, una mujer ciega que tenía un vasto repertorio de canciones populares. Manuel le pedía frecuentemente que cantara para él.
Ponce con niñas indias y Severiana Rodríguez. Ponce siempre buscaba inspiración en los cantos populares.
Cansado del medio musical mexicano Ponce vende su piano, empaca y se marcha a Europa. Estudia en el Liceo Rossini, Bolonia. A penas tiene 22 años. Estudia con Luigi Toricci y más tarde con Dall'Olio, que fué alumno de Puccini. Después de esto, Ponce partió a Alemania donde perfeccionó su técnica pianística con Martin Krauze, quien fuese alumno de Franz Liszt.
Para hablar más de las credenciales del maestro Ponce cabe decir que mucho tiempo después fué alumno de Paul Dukas (quien compuso "El Aprendiz de Brujo" que lanzara a la fama la película Fantasía, de Walt Disney) en una clase donde sus condicípulos fueron el español Joaquín Rodrigo quien más tarde compusiera el Concierto de Aranjuez, para guitarra y orquesta y del brasileiro Héitor Villa-Lobos compositor de las fabulosas Bachianas Brasileiras, que combinan los ritmos y armonías aborígenes brasileñas con el estricto contrapunto alemán de J.S. Bach.
Clase de composición de Paul Dukas. De pie al centro están Manuel M. Ponce y a su lado Joaquín Rodrigo, quien como Severiana era ciego.
Para 1908 Ponce se ve forzado a regresar a México. Esto le da a Ponce la oportunidad de llevar a la realidad lo que tantos otros maestros han hecho en otros países; utilizar el folklore. Esto me lo dijo textualmente mi maestro, José Sobrino y Arjona: ¿No se encuentran cantos populares en los corales de Bach, en las sinfonías de Haydn y de Beethoven, en las obras de Albéniz, etcétera,? ¿Por qué nuestras melodías populares no han de ser la base de un arte nuestro?
A su regreso a México, Ponce hace una labor de difusión extensa de las obras de Manuel de Falla, Maurice Ravel, Claude Debussy que son casi desconocidos en México en ese entonces. También hereda la cátedra de piano en el Conservatorio Nacional que impartía otro gran músico mexicano: Ricardo Castro.
Al pasar el tiempo, Manuel M. Ponce se convierte en uno de los músicos mexicanos más importantes del momento. Creó una academia de piano de la que salieron personas como Carlos Chávez, Carlos Vázquez, Alfredo Vázquez y José Sobrino y Arjona. Ponce fue el líder de la corriente nacionalista que dominó la escena artística mexicana duante varias décadas. Entre sus canciones populares más conocidas esta Estrellita.
Hizo con la música mexicana lo mismo que Manuel de Falla hizo con la música flamenca: La vistió de gala. Sus arreglos de canciones como La Valentina, La Pajarera y Por tí mi Corazón elevan a la canción mexicana a alturas de grandes obras de concierto. De la música nativa de nuestro país tomó los tiempos irregulares y creó complejas estructuras musicales que abrieron el camino para que nuevos autores crearan obras de gran belleza y complejidad. Me vienen a la mente los arreglos que Carlos Chávez hizo sobre piezas populares mexicanas; en sus partituras Chávez indica disonancias y contratiempos que imitan el comportamiento de las bandas de metales típicas de los pueblos.
El maestro José Sobrino y Arjona en una ocasión me comentó que la facilidad de composición de Ponce era tal que estando en un café de Paris un día, su amigo el guitarrista Andrés Segovia lo retó, medio en broma medio en serio, a escribir "al vapor" un estudio imitando a Johann Sebastian Bach: tal fue la calidad de la improvisación de Ponce que hasta hoy día es necesario un experto para determinar la paternidad de la obra.
Ponce era un genio tal, que algunas de sus obras están erróneamente atribuídas a compositores barrócos como Silvius Leopold Weiss o Alessandro Scarlatti.
Ponce murió después de una penosa enfermedad, un 24 de Abril de 1948. La contribución que hizo al mundo musical solo se opacó por la intransigencia y estupidez del gobierno mexicano.
No obstante que Ponce era -según me lo han descrito sus alumnos; mis maestros- una persona increíblemente humana, humilde, sencilla, amistosa, educada y sobre todo una eminencia en el arte-ciencia que es la música que trajo a México numerosos premios y condecoraciones; no obstante que fue director del Conservatorio Nacional, un Manuel M. Ponce enfermo y cansado tuvo que presentar un absurdo examen como pianista y compositor para obtener su jubilación. Durante la última etapa de su vida se vió obligado a realizar tareas burocráticas como inspector de jardines de niños, profesor de gimnasia rítmica y acompañante al piano de las festividades de diferentes escuelas.
¿La respuesta de Ponce a esto?: sus increíblemente hermosas 20 piezas para pequeños pianistas, 12 canciones mexicanas para pequeños pianistas y 50 coros para jardines de niños. Me quito el sombrero...
De izquierda a derecha: Mtra. Patricia García Torres, Mtro. José Sobrino y Arjona, Antonio Bricio Hernández, y el Mtro. Alfredo Vázquez: el último alumno de Manuel M. Ponce. Su hermano, Carlos era apodado 'hijito' por Éste y su esposa Clementina y es el heredero universal de su obra. Fotografía tomada después de uno de mis recitales, en Marzo de 1996.
El folklore es la madre de todas las formas de arte:
El Jazz viene de combinar el Blues, cuyas raíces se trazan hasta los pueblos aborígenes africanos, y la armonía tradicional con sus modos (dórico, eólico, mixolídico, frigio, etc...) que a su vez viene de la antiquísima tradición aborígen griega. De la famosa estructura de 12 compases del blues tradicional (12 bar-blues) se desencadenan practicamente TODAS las formas musicales populares modernas.
Hace tiempo les platiqué sobre la Chaconne para violín solo de Bach. Esta pieza, junto con todas las formas musicales incluidas en la suite antigua (Alemanda, Corranda, Minueto, Gavota, Bourrè, Sarabanda, y Giga) es una danza popular: esta música en un principio se bailaba.
En el caso muy particular de la Chaconne y la Sarabanda sus orígenes se remontan a la Nueva España, de donde los españoles la aprendieron de los aborígenes "salvajes" de sus colonias y las introdujeron a la escena artística europea, donde evolucionaron y se perfeccionaron. La estructura de la suite dió paso a la forma sonata, que domina a la música occidental durante cientos de años.
Hace tiempo ya que dejé de quejarme de la "música inferior" y he intentado seguir el espíritu de este gran ser humano. Se trata de buscar muy dentro de la música la tradición y el sabor de cada pueblo, en este caso del mío: mi México lleno de contrastes, sabores y sonidos.
Carlos Prieto dijo una vez que solo hay dos tipos de música: la buena y la mala. Creo (yo, no el maestro Prieto) que la música mala es aquélla que carece de una tradición rica. Es aquélla que se enfoca en lo comercial y lo superficial. Por eso existen Bach y los Beatles: los dos están arraigados en tradiciones profundas y no efímeras. Por eso los sonidos estridentes de la 'música' electrónica, disco, techno, hip-hop, trance, (¿es música eso? claro que no) y demás cosas que hay hoy en día cambian con cada estación del año. Cambian con la moda y los tiempos sin ton ni son. Estas formas de música representan una regresión a los orígenes de este arte, donde los sonidos guturales, los gemidos y los gruñidos se acompañaban con percusiones.
Existen artistas relativamente nuevos (por ejemplo, Sarah Mclachlan... esta va para Mario) que se basan en tradiciones milenarias establecidas por la riqueza de nuestro arte musical. Su música vale la pena.
Estan el Bossa Nova y la Samba de los brasileros; El Jazz y el Blues de los negros norteamericanos, El reggae de los antillanos; los sones y habaneras cubanas, las bulerías, fandangos y tangos de los cantaores españoles; los Jarabes, Jaranas, Joropos, Pirecuas, y Zapateados de nosotros los mexicanos. Se me ocurren miles más; los tangos argentinos (ojo, el Tango es una danza originalmente española, similar a la habanera), el carnavalito andino, la bidala-baguala...
La música debe tener, como todo en la vida, raíces profundas arraigadas en la identidad del pueblo que la profesa.